MADRID LUJURIA...



Ninfas perseguidas por sátiros cuadro de Rubens en el Museo del Prado, de Madrid.
El cuadro de Rubens, con su expresividad barroca, pone ante nuestra vista, con claridad y belleza, la esclavitud del macho, siempre insatisfecho en su ansiosa búsqueda de la cópula carnal, fertilizante y necesaria para la conservación de la especie. En el mito clásico esta insatisfacción sexual se ubica en el bosque, donde las seductoras ninfas son perseguidas por los sátiros, silenos o faunos que, para mayor evidencia, son ardorosos machos cabríos de cintura para abajo. Pertenecían los sátiros al cortejo del dios Baco, participando en todas sus fiestas y orgías bebiendo y bailando. El más famoso fue el dios Pan, rechazado por la ninfa Siringe, según cuenta Ovidio, como Apolo fue rechazado por Dafne.
En el siguiente soneto, el poeta imagina una escena a la vista del cuadro, en la que los sátiros persiguen a las pastoras con extrema excitación sexual, pero son rechazados con gestos de miedo y repulsión . 
Porque la feminidad no admite ese acoso inminente, sino que requiere el previo juego erótico, de caricias y ternura, que la vaya preparando para la cópula. La ninfa no comprende ni admite la brutalidad del macho cabrío, carente de sentimientos, que sólo ve un bello objeto de su deseo.
La pasión "orgásmica", que únicamente persigue el orgasmo y la satisfacción sexual, es el "gen incontinente" del varón, que le priva de su razón y su libertad. Unos con mayor habilidad, otros con mayor torpeza, cualquier hombre pierde su condición libre y razonable cuando, a la vista de una hermosa mujer, los genes le ordenan que prolongue la cadena del ser, objetivo prioritario de su existencia. Orden que se puede ignorar, despreciar, reprimir, acatar o contravenir, pero que permanece en el corazón como un clavo ardiendo. 
Por favor, no confundir con el sentimiento del amor.
SÁTIROS
Con el estoque genital armado,
dispuesto a penetrar sin más demora,
el satiro persigue a la pastora,
el rostro de lascivia demudado.

En cárcel de lujuria encadenado,
sospecha que a las nifas enamora
con sola su presencia turbadora,
erecto el pene, rígido, cargado.

Mas sílfides y ninfas, a su acoso,
escapan del instinto prepotente
que inflama de deseo al dios rijoso.
¡Orgásmica pasión, ardor demente,
que quita libertad al deseoso,
esclavo de su gen incontinente!

De Mis dioses favoritos en el Museo del Prado
poemario de Francisco Aguilar Piñal.




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