La bofetada llegó con una fuerza tal, que todo su cuerpo se sacudió como
si fuera a caer en la acera, pero él la cogió entre sus brazos y la atrajo
hacia sí, abrazándola.
Ella se quedó allí, no protestó, no le apartó.

Se quedó refugiada entre ellos como si no fueran los de su agresor, mientras él la besaba, y le pedía perdón, apretándola con fuerza.

Y ella parecía querer perdonarle, y no apartarse nunca de esos brazos.
No se si sus lágrimas se debían al golpe que debió cegarla, o al dolor de su corazón.
Supuse que a ambos.
Yo caminaba hacia ellos y de haberles visto unos minutos después de ese
terrible instante, hubiese pensado que eran una pareja enamorada. de haberles visto unos segundos antes de ese abrazo, hubiese intervenido.
Y al pasar junto a ellos, no supe que pensar y seguí mi camino de vuelta a la oficina, pensando en, lo que es aquello, que induce a una mujer a soportar algo así, en si no habría sido la primera vez que lo hacia, y en cuantas veces más volvería a ocurrir
Y sentí la impotencia de quien no puede intervenir, porque no debe hacerlo,
por aquello de que cada uno debe decidir su propio destino.

Y solo pude desear suerte a esa "Pobre mujer", que podría ser cualquiera.

Esa tarde en el ascensor, me fijé en el cardenal que tenía en el pómulo
izquierdo la Directora general de una de las áreas mas importantes de la
empresa, mujer brillante, admirable, triunfadora.
No se podía imaginar la posibilidad de un Macho en su vida, uno causante de su hematoma. Para nada una "Pobre mujer", era fuerte, poderosa.
Antes de salir del ascensor me miró, y en fracción de segundos con esa ligera mirada me envió todo un mensaje de disculpas, complicidad, vergüenza, aceptación, todo con una también frágil, breve y triste sonrisa, todo antes de mirar hacia abajo.
Ella sí me reconoció...

4 comentarios:

moni dijo...

Dicen que la diferencia entre una mujer maltratada pobre y una de clase alta, es que en la segunda los hematomas nunca son visibles...Ella siempre lo oculta por vergüenza.
El maltratador del segundo caso, se cuida de guardar las apariencias, el primero ni se molesta en ocultarlo.
Ambos siempre saben lo que hacen.

Anónimo dijo...

Una de mis amigas , la menos pensada, la que parecía mas segura de si misma, la que tenía mayor autoestima, la más guapa, la que podía conseguir el hombre que quisiera con solo proponérselo... se vió involucrada hace años en una historia así.
En este caso el maltratador, no convivía con ella, tan solo tenían una relacción, que rara era la noche que no terminaba a bofetadas y puñetazos.
Sin embargo, ella regresaba a su lado una y otra vez. Incluso llego a tener a la policía en la puerta tras una de esas palizas y , lejos de escaparse para denunciarlo, negó que los hechos estuvieran ocurriendo.
¿El motivo? Segun ella que ese hombre la hacía sentir querida (en un principio) y el miedo (más adelante).
Te estoy hablando de la típica mujer femenina, bonita, liberal, que presume de no querer atarse a nadie y no tiene problemas para encontrar pareja.
Comprendí que a pesar de parecer tan "moderna" y segura de si misma, de establecer relacciones sexuales sin prejuicios, de no "necesitar a nadie"... dentro de si , tenía la misma necesidad que tenemos los demás de encontrar una persona que nos quiera. Las relacciones superficiales que había tenído hasta ese momento, no merecían la pena pues estaban basadas únicamente en el sexo, pero ese hombre, con su "posesión enfermiza" la queria para él, quería que fuera "Suya" y eso la halagaba de tal forma que era incapaz de desengancharse o pensar en abandonarle.
En otros casos que conozco de oidas, siempre es lo mismo, el miedo... el miedo a la soledad, a no poder salir adelante sola, a que va a decir la familia, que va a ser de sus hijos...
Hace mucho tiempo una canción predicaba en el estribillo:"rómpeme, mátame, pero no me ignores".
Es una pena, pero en algunos casos, la frialdad de este mundo en el que vivimos, provoca que quien se siente solo, aguante demasiadas cosas a costa de no estarlo.
El mundo a cambiado, pero no lo suficiente.

Buen post. Un abrazo

Anónimo dijo...

La bofetada llegó con una fuerza tal, que todo su cuerpo se sacudió como si fuera a caer en la acera, pero ella le cogió entre sus brazos y le atrajo hacia sí, abrazándole. Él se quedó allí, no protestó, no le apartó. Se quedó refugiado entre ellos como si no fueran los de su agresora, mientras ella le besaba, y le pedía perdón, apretándole con fuerza.

Y él parecía querer perdonarle, y no apartarse nunca de esos brazos. No se si sus lágrimas se debían al golpe que debió cegarle, o al dolor de su corazón. Supuse que a ambos. Yo caminaba hacia ellos y de haberles visto unos minutos después de ese terrible instante, hubiese pensado que eran una pareja enamorada. De haberles visto unos segundos antes de ese abrazo, hubiese intervenido. Y al pasar junto a ellos, no supe qué pensar y seguí mi camino de vuelta a la oficina, pensando en, lo que es aquello, que induce a un hombre a soportar algo así, en si no habría sido la primera vez que lo hacia, y en cuantas veces más volvería a ocurrir Y sentí la impotencia de quien no puede intervenir, porque no debe hacerlo, por aquello de que cada uno debe decidir su propio destino. Y solo pude desear suerte a ese "Pobre hombre", que podría ser cualquiera.

Esa tarde en el ascensor, me fijé en el cardenal que tenía en el pómulo izquierdo el Director general de una de las áreas más importantes de la empresa, hombre brillante, admirable, triunfador. No se podía imaginar la posibilidad de una Hembra en su vida, una causante de su hematoma. Para nada un "Pobre hombre", era fuerte, poderoso. Antes de salir del ascensor me miró, y en fracción de segundos con esa ligera mirada me envió todo un mensaje de disculpas, complicidad, vergüenza, aceptación, todo con una también frágil, breve y triste sonrisa, todo antes de mirar hacia abajo. Él sí me reconoció...

moni dijo...

Muy bueno, y una muy posible historia paralela. La tendré en cuenta para cuando escriba algo referente a un "Hembra Hispánica Ibérica Singularis..." ;-)
Gracias, un beso y bienvenido...